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Al iniciarse el deterioro del cerebro aparecen los síntomas debidos a este problema.

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, la definición de la palabra síntoma es:

  •  Señal, indicio de algo que está sucediendo o va a suceder.
  • Fenómeno revelador de una enfermedad.

Las señales o indicios del comienzo de la enfermedad suelen ser sutiles y en ello radica uno de los principales problemas: el reconocer que algo está sucediendo y que no es normal.

Pero aparece además otro problema, la revelación de la enfermedad, reconocida por el paciente, y este mismo descubrimiento enjuiciado por los familiares.

Inicio este apartado con esta consideración, porque la valoración de esta situación es muy importante para realizar el diagnóstico lo más precozmente posible.

Con frecuencia he observado situaciones que dificultan este planteamiento.

El paciente, al reconocer los síntomas, suele presentar un rechazo a aceptarlos porque percibe que al admitirlos va a perder sus rasgos propios como persona e intuye su pérdida de independencia.

La negación es un rasgo muy característico y suele implicar un fenómeno de lucha contra los familiares, si estos lo perciben y en contra del médico que lo examine.

Los familiares, pueden presentar una de tres posibilidades:

  • Reconocer objetivamente el problema.
  • Negar los síntomas.
  • Amplificar los indicios.

La primera, desgraciadamente suele ser la más infrecuente, y puede asociarse a la correcta valoración del paciente, todavía más infrecuente,… o al rechazo del paciente y provocar un conflicto.

Las dos siguientes suelen inducir o bien un retraso en el reconocimiento de la enfermedad, en el caso de la negación, o un conflicto con el paciente en el caso de la amplificación.

Por tanto, la identificación de los síntomas, ni es sencilla, ni fácil su manejo.

El primer y siempre presente síntoma en la demencia, es el deterioro de la memoria.

  • ¿Cómo se llamaba esa mujer con la que me acabo de cruzar,… sí, hombre, que estaba en la boda de Antonia?
  • ¿Dónde he dejado las llaves del coche,… ¡pero si siempre las dejo en el escritorio de la entrada, y no están ahí…!?
  • ¿A que he venido a la cocina, el caso es que lo sabía…?
  • ¿El cumpleaños de Carlitos cuando era?
  • ¿… Este,… cual es el nombre del país al que fuimos de vacaciones en nuestro aniversario de bodas, si mujer,… que estábamos en la playa y dimos esos paseos tan maravillosos…?

 

Estamos en el primer dilema que nos plantea la enfermedad.

 

Con el paso de los años la memoria se “debilita”, empezamos a tener fallos habitualmente al intentar recordar diferentes hechos.

Y entonces me pregunto:

¿Es el principio de una degeneración cerebral o es simplemente el envejecimiento normal de mi sistema nervioso?

 

La respuesta es: si solo tengo fallos en la memoria, que afecta a acontecimientos intrascendentes de mi vida diaria, no tengo que preocuparme.

Pero sí debo valorar si sólo es esto, o también tengo otros síntomas.

¿Y cuáles serían esos otros síntomas?

Pues, dificultades para la realización de actos que siempre he realizado sin problemas, pero que ahora comienzo a tener complicaciones para realizar.

-         Ir al banco y realizar las simples acciones financieras, como pago de facturas, trasferencias, domiciliaciones de pagos, etc.

-         Utilizar mi automóvil para realizar los trayectos que habitualmente hacía, sin perderme, sin dudas, sin dificultades para reconocer los recorridos, …

-         Planificar un viaje de “vacaciones”, sin presentar dificultad en decidir el destino al que quiero ir, sin desasosiego al gasto económico representa, sin miedo a tener que ir a la agencia de viajes y gestionar los itinerarios, vuelos, hoteles …

A estos actos los denominamos actividades ejecutivas, y necesitan de capacidad de planificación, ello implica organización y método, por lo que existen diversos pasos y la ejecución de cada uno está en relación con los previos y posteriores.

No son hechos aislados, como el recuerdo de un nombre de un familiar, o el lugar donde hemos dejado las llaves.

Al precisar de la secuenciación de sucesos, involucran a múltiples decisiones realizadas por diferentes niveles cognitivos.

Recapacitemos:

Solo tengo fallos aislados en evocar sucesos intrascendentes. No me preocupo.

No es solo la dificultad en evocar nombres o sucesos, sino que ya me preocupa pedir una cita al médico, planificar un viaje, tomar decisiones financieras.

En este punto es cuando debo pedir cita a un Neurólogo para contarle lo que me pasa y obtener una valoración adecuada de mi problema.

Y surge el segundo dilema.

¿Y si resulta que sí que tengo esos problemas en la planificación?

Me aparece el miedo hacia lo que el futuro me va a deparar.

Hasta ahora era independiente en mi toma de decisiones y ya empiezo a dudar.

Esa duda me lleva a no compartir mis miedos con mis familiares, u otras personas cercanas a mí.

Esto provoca dos situaciones sintomáticas muy frecuentes.

El retraimiento social.

No deseo salir de casa a compartir acontecimientos sociales o familiares, ya que se puede poner de manifiesto mi dificultad para seguir conversaciones, responder a preguntas, no poder identificar adecuadamente a estas personas cercanas a mí.

El decaimiento anímico, o lo que habitualmente llamamos depresión.

Tiendo a realizar escasas actividades, las mínimas posibles, me retraigo y hablo poco. No expreso lo que siento.

 

Resumo.

El inicio del deterioro cognitivo se presenta con la alteración de la memoria y la asociación de dificultad en algunas de las actividades diarias que precisan de una planificación y organización para su correcta ejecución.

Suelen asociarse y debe valorarse si a estos síntomas se suman otros en la conducta, como son:

-         Negación de estos indicios.

-         Retraimiento en el comportamiento social.

-         Presencia de ánimo decaído.

Este es el comienzo.

Y el dilema principal, a partir de esta situación, es reconocerlo, consultarlo con un especialista en estas patologías, y mi recomendación es intentar ser lo más objetivo posible, pero que implica una gran dificultad por afectar emocionalmente tanto al paciente como a su entorno.

 

 

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